La espada ropera surge en el Renacimiento en España, era de hoja recta y larga, esgrimida a una mano. Aunque sU desarrollo se extendió durante los siglos XV y XVI por toda Europa, especialmente Italia y Francia donde era conocida como rapiera.
Su periodo de máximo esplendor está entre 1525 y 1675 aproximadamente, siendo reemplazada progresivamente por el espadín típico del siglo XVIII, de origen francés.
Podían ser espadas roperas con guarniciones de lazo, de conchas y de taza, para brindar una mayor protección a la mano que las empuñaba.
Una guarnición de lazo está compuesta por los gavilanes largos y no muy gruesos, un guardamano en forma de arco que protege los nudillos, uno o dos anillos perpendiculares al plano de la hoja y una serie de ramas que unen entre sí todos estos elementos por el anverso o zona exterior y por el reverso o zona interior de la guarnición. Las guarniciones podían ser cuarto de lazo, medio lazo, tres cuartos y de lazo entero, en función del número de estos elementos presentes.
En algunos casos la punta del rival podía introducirse entre los diferentes ramales y lastimar la mano que empuñaba el arma. Por ello solían usarse guantes de cuero relativamente gruesos al luchar con este tipo de espadas.
Se hizo entonces necesaria una mayor protección de la mano, por lo que entre los anillos de la guarnición de lazo se añadían con frecuencia chapas metálicas (conchas). Con el tiempo estas conchas estuvieron formadas por una sola pieza de chapa de hierro o acero bilobulada, que se unía mediante un par de patillas a la cruz. Nacía así la guarnición de conchas, típicamente española, práctica y resistente, y que gozaría de un largo periodo de popularidad.
Para incrementar más la protección de la mano, otras guarniciones prácticamente contemporáneas a las de conchas presentaban no una chapa bilobulada, sino un auténtico casquete semiesférico, que en la práctica tomaba la forma de un bol o taza, sostenido igualmente por un par de patillas.
Esta taza, que da nombre a este tipo de guarnición, unida a los gavilanes y el guardamano, ofrecía un nivel de protección máximo de la mano, resultando simultáneamente bastante ligera.
Su uso se extendió esencialmente por España e Italia, perdurando hasta bien entrado el siglo XVIII. Es la clásica guarnición que se asociaría mentalmente a una ropera.