El sucesor del famoso rey Ricardo Corazón de León, Juan Sin Tierra, era detestado por los barones ingleses a los que había obligado a pagarle muchas multas e impuestos. El arzobispo de Canterbury, Langton, mostró a los barones una vieja carta en la que el rey, Enrique I (que era francés ) prometía observar las costumbres de los ingleses. Los barones ingleses decidieron entonces redactar también una carta en que quedaran consignados lo derechos de los ingleses y que obligaba al rey a que jurase respetarla en lo sucesivo. Los barones juraron que, si se negaba, le harían la guerra hasta que cediese (1214).
Desde entonces los ingleses han denominado a la Carta Magna «el fundamento de las libertades inglesas». No impedía que el rey gobernase mal; pero determinaba por escrito, de manera indiscutible, las costumbres que el rey y sus consejeros tenían el deber de observar. El rey mismo ya no tenía derecho de obrar según su capricho. Como decían los ingleses, «estaba sometido a la ley», es decir, obligado a respetarla.