Las dagas funcionales están fabricadas generalmente con hojas en acero inoxidable, son ligeras, resistentes y tienen doble filo. Las dagas están clasificadas como armas blancas, son más largas que un puñal y más cortas que la espada. Son armas secundarias de lucha porque complementan a la espada.
Las primeras dagas aparecieron en la Edad de Piedra y se solían fabricar con materiales como piedras, huesos, marfil y silex. Las dagas eran armas temidas en manos expertas por su gran capacidad para herir. Por eso ha sido considerada arma letal en la lucha cuerpo a cuerpo. Inicialmente se usaron para cazar, construir, cocinar y, luego, para la defensa y el ataque.
Pero la daga ha hecho parte de la historia también en la Edad del Cobre y del Bronce. Posteriormente, en la Edad del Hierro, se vuelve la daga más fuerte y se las comienza a decorar en la empuñadura y la hoja.
La daga es un arma para ser usada con una sola mano. Su uso como arma secundaria se extendió notablemente en la Edad Medía, pero ya en la época romana era parte del equipamiento del centurión y legionario romanos como arma de combate.
Era el arma más ideal para perforar las armaduras y penetrar con ella la cota de malla o las placas de las armaduras para herir mortalmente al oponente. O para dar «el golpe de gracia», es decir rematar al ya herido mortalmente, para aligerar su muerte o que ya no sufriera más por las heridas mortales producidas en los combates.
Otra época de su apogeo como arma de combate es en el Renacimiento, donde sigue siendo arma secundaria y, posteriormente, con la invención de las armas de fuego, la daga se siguió utilizando como parte de las bayonetas.
Por su belleza, la daga resulta ser una preciosa pieza para los coleccionistas más exigentes de armas antiguas.