La ciudad española de Toledo con su rio Tajo lleva dedicándose a la forja desde hace siglos; de hecho se cuenta que las tropas cartaginesas al mando de Aníbal llevaban entre sus armas las famosas falcatas hispánicas, muchas de ellas fabricadas por herreros celtíberos afincados en lo que sería Toledo.
El acero toledano en la época del imperio español, en cuyos dominios “nunca se ponía el sol” reinando el emperador Carlos V, ya se alababa por la calidad de las armas toledanas en el mundo conocido. Toledo se convertía en uno de los grandes centros espaderos de Europa junto a la italiana Milán y la alemana Solingen.
La forja en esa época pertenecía a los gremios y los maestros no revelaban sus secretos, solo a sus sucesores en el oficio; los artesanos se fiaban de su experimentado ojo para detectar diferentes tonalidades del acero candente y se servían de coplillas, oraciones y canciones para calcular los tiempos de enfriado de las hojas.
Si durante los siglos XV, XVI y XVII las armerías toledanas fueron famosas y sus productos de lo más demandados, durante el siglo XVIII se produjo el declive: las armas de fuego se hacían con el protagonismo en el campo de batalla, haciendo que espadas, dagas y picas se hicieran inútiles.
La artesanía toledana corría el riesgo de desaparecer, pero el ilustrado monarca Carlos III -decidido a que la tradición del acero no se perdiera- mandó la construcción de la Fábrica de Armas de Toledo, cuya misión fue preservar el legado de los forjadores.
Actualmente existen fábricas muy representativas y famosas que fabrican sus espadas y sables en Toledo, con marcas con sello de calidad y originalidad de Toledo, como son Marto, José Luis Rubio, entre otras.
En espadas Toledanas encontrarás espadas tan representativas como la de los Reyes Católicos, Don Quijote, Cristobal Colon, etc. muchas de ellas de edición limitada:
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