Los guerreros celtas llevaban espadas y puñales con antenas en la empuñadura decoradas de forma antropomórfica.
Las espadas celtas también podían acabar decoradas con una bola o una media luna y se llevaban en vainas metálicas, sujetas a un cinturón.
Las espadas y los escudos de los celtas reflejan la forma de combate, donde primaba la confrontación individual sobre las formaciones cerradas, lo cual era una táctica muy diferente a las técnicas de los guerreros con los que combatían, como las falanges griegas o las legiones romanas.
En la Península Ibérica también aparecieron espadas que conservaban las antenas de finales de la Edad de Bronce.
Para los guerreros celtas sus armas eran objetos sagrados y las decoraban con los motivos típicos de la decoración celta, pero donde los artesanos mostraron su mayor creatividad fue en las preciosas empuñaduras del arma por excelencia: la espada celta.
Las empuñaduras se adornaban con originales figuras humanas.
Las espadas de antenas eran armas fabricadas de bronce y de hierro; estas antenas hacían las veces de pomo, procurando un agarre firme al bloquear la mano entre esta pieza y la cruceta.
La empuñadura de las espadas celtas se componían generalmente de seis piezas: cruceta, dos conos, las antenas y los dos remates de las mismas. Tras pasar la cruceta por la espiga, se colocaban ambos conos los cuales no se soldaban, sino que quedaban aprisionados con las antenas que eran fijadas al conjunto remachando el extremo de la espiga.
A continuación se colocaban los terminales en forma de seta y se remachaban también. De esta forma, el conjunto se convertía en una pieza sólidamente unida, capaz de resistir las más duras condiciones en el campo de batalla.