Las ventajas del acero de Damasco, frente a otros aceros al carbono, es su gran resistencia al desgaste, lo que le permite obtener hojas para las espadas, sables, katanas, cuchillos, dagas y navajas con un filo permanentemente cortante, unido a una buena resistencia mecánica y a una tenaz dureza, que no riñe con la suavidad de la superficie de sus hojas livianas de admirable belleza, con esas vetas que adornan de una manera tan característica.
El origen del acero damasquino o damasquinado es controvertido, parece provenir de Damasco, Siria y Macedonia, donde elaboraban las espadas medievales, llamadas espadas damascenas (siglos IX a XVI).
El propósito de esta tecnología es crear un acero flexible (no quebradizo) y de filo perdurable. El proceso consiste en unir innumerables láminas de varios tipos de acero mediante el forjado.
Estas cualidades obtenidas del acero serían una referencia para la forja de la hoja de la espada toledana, así llamada con “alma de hierro”, puesto que el acero damasquino, con sus vetas en las hojas, proviene de la mezcla, durante la forja, de materiales de diferente carbonado, como el hierro y el acero, que se mezclan con otras materias primas como carbono, silicio, azufre, fósforo, magnesio, níquel y cromo.
El acero de Damasco era una especie de aleación que tenía al mismo tiempo las cualidades de dureza y flexibilidad, una combinación que lo convertían en un material especial para la construcción de excelentes tipos de espadas.