Los Medici fueron una familia muy poderosa e influyente durante el Renacimiento italiano, tanto que tres de ellos llegaron a ser Papas. Otros fueron hombres de negocios y mecenas de arte, patrocinando a artistas de la talla de Miguel Ángel, ser la banca del Papa o dirigir la conquista de nuevos territorios, por lo que no tardaron en florecer sus enemigos, como la familia Pazzi, otra de las familias más ricas y poderosas de la época.
Se dice que los Pazzi asesinaron a dos de los hermanos Medici en el transcurso de la misa que tendría lugar en el Duomo de Florencia. En aquella época era común que los señores de las pequeñas ciudades-Estado sirvieran como mercenarios del mejor postor. Federico de Montefeltro, el posterior duque de Urbino, era uno de ellos. Se trataba de un general de prestigio, de formación militar y mecenas de arte renacentista.
El 26 de abril de 1478 se organizó una fiesta, a la que no debían de faltar los Médicis. No obstante, Juliano, el hermano pequeño de Lorenzo, no asistió. La cita se postergó, y se e cambió de lugar. Se eligió la misa del Duomo, donde se aseguraban los conspiradores que ambos hermanos asistieran. Giovanni Battista de Montesecco fue el mercenario elegido para asesinarlos, pero a última hora decidió no cumplir su promesa de asesinato en un lugar sagrado y se retiró de la operación.
Ya en medio de la celebración, concretamente en el episodio referente a la Eucaristía y la toma de la consagración, los conspiradores desenfundaron sus dagas. Francesco dei Pazzi, que estaba presente en la misa, asestó diecinueve puñaladas a Juliano, acabando con su vida. Lorenzo, entre tanto, fue atacado por dos sacerdotes, pero logró escapar siendo herido únicamente detrás de la oreja.
Lorenzo cobró su venganza: Francesco dei Pazzi fue encarcelado y asesinado. Se ordenó que su cuerpo se secase y se pudriese al sol. El cabeza de familia de los Pazzi, Iacopo, también fue ejecutado y su cadáver fue desenterrado de la sepultura familiar para posteriormente enterrarle junto a la muralla hasta finalmente volverlo a desenterrar y arrojarlo al río Arno.
El resto de conspiradores fueron brutalmente asesinados, decapitados y descuartizados. Franceso Sialvati, el arzobispo de Pisa, fue colgado de una ventana. Murieron un total de cien personas. Lorenzo quería demostrar de esta manera a todos los conspiradores que desafiar a un Médici conllevaba una reacción mortífera y cruenta.